Presagio del destino incierto,
al abrigo de la noche
ante la fe del ensueño,
culmina en el fondo de la nada,
algo que jamás se ha visto antes.
Presagio que enciende y apaga
la vela de la vida para algunos
se acaba, ascienden o descienden
según sea su cometido,
subsistir nos ha tocado.
Presagio de un dolor que no cesa,
acongoja el corazón más humano,
acaricia el alma con el último suspiro
aspirando la tristeza de un mañana.
Presagio de toda luz que oscurece
en la membrana de la esperanza,
sin curar las heridas de muerte
que dejan el alma masacrada.
Un silencio que agoniza en las entrañas,
silencio que habla,
escucha como agudiza el dolor que lleva,
un silencio aterrador.