Francesca miraba aturdida con los ojos en blanco, sin rencores hacia la persona que la maltrató durante años. Un hombre robusto de tez pronunciada, taciturno, con semblante de tener pocos amigos, por no
decir ninguno. Su mirada no se desvió en ningún momento, pero no supo que decir. Francesca recordó con tristeza todo el sufrimiento al cual fue sometida por ese monstruo, que ahora parecía que no había roto un plato.
- ¿Cómo había podido estar tan ciega? se preguntó de pronto...
- ¿Por qué había aguantado tanto tiempo a su lado?, todas estás preguntas escupían con fuerza de su mente, donde todo lo vivido le removía las entrañas hasta el infinito de su ser, que mala suerte encontrarse con semejante persona.
Su cuerpo paralizado no reaccionaba, intentó sacar fuerzas para salir de allí, entonces escucho un:
- ¡Hola! ¿Cómo estás?
Esto la hizo despertar de su letargo, lo miró con indiferencia, fría sin sentimiento alguno siguiendo su camino como si nada, como si no fuera con ella, porque realmente ya no le idolatraba.
© 2019 Rosana Martí ®
(Todos los derechos reservados)